domingo, diciembre 06, 2009

6 de Diciembre de 2009

Estábamos con algunas compañeras, charlando en una confitería. La abrazo a Lau y le digo que la voy a extrañar, y que la quiero mucho. Salimos juntas a caminar por ahí, y en la calle Del Signo lo veo a Alan, jugando al basquet con otra persona. Lo veo bien, es él, pero con el pelo largo como en tercero. Ya no está más en rehabilitación, hasta tiene los brazos más gorditos y todo. Lanza el amigo, yo le digo a Lau que no lo podía creer, pero ahí estaba Alan. Y tira él. Le yerra porque me había visto y se había puesto nervioso. Me le acerco, lo saludo y le pregunto cómo está. Sonríe, y wow, cómo lo extrañaba, el Sol brillaba entre los árboles y yo le decía lo mucho que me alegraba verlo bien de vuelta, nos abrazábamos muy, muy fuerte, (seguía siendo un flacucho escuálido a punto de desintegrarse, por eso lo abrazaba lo más que podía, para estar cuanto más cerca pudiéramos) tenía esa remera grandota blanca y con su olor, su olor de antes, el olor que yo conocía bien. Me decía que yo era una ternura, realmente estaba tan contenta de verlo de nuevo. Me quiso dar un beso, pero yo no lo dejé, ¿qué sentido tenía empezar con algo que no iba a funcionar? ya no. Le sonreía y aunque al final sí lo besaba con cariño, me despedía. Estaba feliz, feliz caminando entre los rayos del Sol, sabiendo que vos seguías ahí, salías adelante.
Y es que es cierto lo que aprendí en estos años,

Como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
el perfume dibuja el jazmín
el amante precede al amor
como la caricia a la mano
el amor sobrevive al amante
pero inevitablemente
aunque no haya huella ni presagio






(y qué manera de volver a empezar, eh)

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